The Spiderweb of Life

Sunday, May 27, 2007

En la misma nota de Ruthie, transmitire una columna de Luis Fernandez, porque me parecio excelente.

Bondades Innecesarias.

"Si no te hice ningún bien,
por qué tu mano me hiere..."
Andrés Eloy Blanco

En una de mis películas favoritas, la protagonista, Nicole Kidman, llega a un pueblo perdido huyendo de un gran peligro. Los habitantes de este caserío la reciben y albergan en lo que parece un acto de bondad y tolerancia. Ella, agradecida comienza a hacerles favores para retribuirles la atención, y es así que comienza entre ellos una típica relación disfuncional, muy parecida a la que sostenemos a diario con nuestros compañeros de trabajo y, sobre todo, con nuestros compañeros de vida.
Con el tiempo, y teniendo la ventaja de ser lo que "hacen el favor", los habitantes del pueblo comienzan a exigir más de su huésped. Pasado el furor inicial del acto benévolo, mitigado ya el placer de haber hecho algo "bueno" por el prójimo en desgracia y convencidos de la superioridad que les otorga el haber sido tolerantes, comienzan a abusar a la protagonista. Ella, que está en inferioridad de condiciones, pero que se sabe superior en intelecto y sabiduría, justifica las acciones que el pueblo ejerce en su contra alegando que "están haciendo lo mejor que pueden". Las palabras dichas por Kidman me sonaron alarmantemente familiares.
La mujer intenta ahora transformarlos, hacerlos mejores personas, convencerlos de que hay un camino para salir del marasmo mediocre que los sostiene apenas como muertos en vida en medio de sus desgracias cotidianas. Ante esta atrevida iniciativa, los habitantes del pueblo, aferrados a su diminuta felicidad de clase media y negados a ser más que lo que cómodamente son, la convierten ahora en una esclava y la atormentan sistemáticamente para que entienda que eso que propone no es más que una herejía insólita y que la mediocre e infeliz es ella. Nuevamente aquello retumbó en mis oídos como algo mil veces escuchado.
Finalmente, el que peligrosamente perseguía a nuestra heroína logra dar con ella. La mujer huía despavorida de la arrogancia criminal de su padre que amenazaba con convertirla en una como él. Ella estaba dispuesta a soportar cualquier abuso para evitar aquella, y además, entenderlo como algo correcto. El padre le dice ahora: Justificar a esos mediocres y tenerles esa compasión es el acto más arrogante quejamás haya visto. Ella, que comprende que es cierto, toma entonces su decisión final y le responde a su padre: Si hay un pueblo sin el cual el mundo sería un mejor lugar, es éste. Y es así como el pueblo y sus habitantes, a punta de metralla y fuego, deja de existir para siempre.
Una vez culminada la película, quedó aquella conclusión rondándome durante meses.
Si, digamos, desde lo que no sin esfuerzo hemos aprendido, intentamos ayudar al que no se quiere ayudar, si le damos la oportunidad al que siente que no se la merece, es natural entonces que en lugar de agradecimiento intenten satanizarnos, pues hemos osado confrontarlos con lo que son. Justificarlo diciendo que el pobre está haciendo lo mejor que puede, es un acto de arrogancia y con certeza nos llevará a ametrallarlo de un modo o de otro.
Si, digamos, una mujer ofrece redimir a un hombre con su amor y hacerlo feliz, y este tolera el casarse con ella y hacerla generosamente su mujer. Si entonces ella, agradecida con la estabilidad y la seguridad que le ofrece, comienza a atenderlo hasta convertirse en una especie de esclava. Si, con el tiempo, él comienza a abusarla sistemáticamente y ella lo justifica diciéndose que él hace lo mejor que puede, que ella al fin de cuentas es la señora, que así fue como lo criaron. Sería natural que tarde o temprano, como la protagonista de la película, tome la mujer la metralleta de la infidelidad, del desamor, de una venganza cualquiera, y se la vacíe al infeliz en la cabeza.

Sunday, May 13, 2007

Había una vez un príncipe con el corazón destrozado.
Un mago, luego de ser derrotado por el rey, utilizó toda su magia oscura para hacer que el corazón el príncipe se fragmentara en miles de piezas, y el viento se encargó de esparcirlas por las cuatro esquinas del mundo.
El príncipe podía sobrevivir con su corazón destrozado, pero desde pequeño supo, y sintió, que no podía amar hasta que su corazón estuviera completo.
Cuando el príncipe tenía 10 años, el rey, su padre, ya había gastado infinitas cantidades de oro en los guerreros más valientes, las personas con la mejor vista, y los monjes más aplicados, todo destinado a buscar piezas del corazón del príncipe, que podían estar en cualquier parte, incluso entre los infinitos granos de arena de las orillas de los mares.
Nuestro príncipe era muy joven aún para entender cuando las piezas de su corazón comenzaron a llegar a el, pero sintió el indefinible calor, la inexplicable euforia, y el apurado palpitar de algo que se iba completando lentamente, como un rompecabezas, dentro de él.
Algunas pequeñas piezas fueron encontradas, traídas casi por un hado invisible, generalmente justo cuando un poco de arena, un simple vaso de agua, o un plato roto estaban a punto de irse a la basura, algo entre las piezas comenzaba a brillar, y quienes las encontraban eran presas de una felicidad instantánea, aún sin saber que el rey les otorgaría una gran recompensa en oro.
Ya hecho un hombre, nuestro príncipe decidió, sabiamente, emprender un viaje, que duraría tanto como fuese necesario para completar su corazón.
Apenas saliendo de su reino, viajando de incógnito y sin un centavo, se encontró una pareja fantástica, una animago, y una extraordinaria aventurera, que le acompañaron en su viaje, calentando sus noches con las emocionantes historias de peligros, hallazgos y criaturas fantásticas que habían llenado sus intricadas vidas. Cuando llegó el momento de separarse, con la pena de la despedida, el príncipe fue presa de un agridulce dolor, que aunque lo dejó medio muerto, le dio una gran alegría luego, al notar que al dejar que otros se introdujeran en su ser, al irse dejaban parte de ellos, piezas que iban a completar un poco más su corazón destrozado.
Encontró un grupo de hadas preciosas, una noche en un bosque, que lo enloquecieron con visiones de éxtasis, y que sólo se aparecían cuando les placía, no importaba cuánto necesitara el príncipe de ellas en algún momento determinado. Estas hadas absorbieron la vida del príncipe hasta el punto en que en lo único que podía pensar era en ellas, y lo único que parecía tener valor en su vida eran ellas. Sólo una sonrisa de las hadas era capaz de cobijar a nuestro príncipe en la más fría de las noches. Las hadas también fueron pasando, dejando lecciones para el príncipe, además de piezas de su corazón, unas costando más dolor que otras, y otras haciéndolo sentir como la pluma más leve, flotando en corrientes de aire.
La sorpresa más grande del incansable príncipe en su búsqueda fue encontrar a una princesa que había sido presa de la misma maldición, y también buscaba las piezas de su corazón. Inmediatamente, los dos, al no sentirse solos, se tomaron de la mano y comenzaron a temblar, notando que el saberse en grata compañía de alguien que entendía perfectamente lo que pasaban, añadía una pieza a su corazón.
Un buen día, la princesa, en un arrebato, le dio una pieza de su corazón al príncipe, al verlo triste, recordando su familia. La buena magia estuvo con ellos, y en el momento en que la princesa le dio la pieza de su corazón al príncipe, sintió como el vacío que ésta dejaba era llenado por una nueva pieza.
Al contarse la historia de su vida, ambos príncipes la examinaron de nuevo, y decidieron acompañarse el uno al otro, caminando juntos, pero en caminos distintos… A veces se gritaban consejos, y muchas veces no estaban de acuerdo en los caminos a tomar, pero siempre eran capaces de respetar las decisiones tomadas por el otro, y lo más importante, siempre estaban el uno para el otro, dispuestos a sentarse a un lado del camino, improvisar un historia fantástica, y disfrutar de la compañía de un alma hermana.
El príncipe y la princesa siguen buscando las piezas… Quizás sus corazones no se completen en el estado en que estaban al principio de su viaje… Pero estoy segura que sus corazones completarán sus piezas.

Tuesday, May 08, 2007

Érase una vez un rey viudo, cuya única hija, la princesa mas bella de la que la historia tenia memoria, estaba condenada a ser motivo de guerras y disputas, debido al maleficio de una bruja, celosa de su belleza. Este rey mando buscar a los mejores herreros y les mando construir un anillo perfecto, el único anillo que desposaría a su hija.
Luego, el rey mando llamar al mago más poderoso, que se encargaría de esconder el anillo donde solo alguien tremendamente valiente, inteligente y astuto pudiera encontrarlo. El mago así lo hizo, y cuando comenzaron a aparecer pretendientes para la princesa, el rey les contaba de la prueba y les ordenaba buscar el anillo (interesante es notar que el rey ni siquiera sabia donde estaba).
Buscaron en los precipicios más profundos, en el nido de águila más alto de las cordilleras, dentro de los peces más raros del mar, incluso en los oscuros territorios del África, y en la selva amazónica... Miles murieron en la búsqueda de tal joya, que les daría una vida de felicidad con una preciosa y sabia princesa.
La princesa envejecía, pero su belleza, junto a su exuberante personalidad, parecían aumentar con cada año que pasaba, como si se nutriera de toda la sangre derramada para desposarla.
Un día, un maestro cocinero en un solitario palacio venido a menos (tan venido a menos estaba que el cocinero era también el herrero... ese fue el origen del envenenamiento por metales pesados), al matar a la ultima gallina del gallinero, y comenzar a dividirla cuidadosamente, para obtener lo mas posible, vio algo brillante entre sus órganos... era el anillo.
Ese mismo día, la princesa amaneció muerta, y la recompensa del cocinero fue convertirse en el rey más rico del continente, al romperse la línea de herencia... Su primer mandato fue hacer una gran hoguera, donde reunió al rey, al mago y a los herreros, y los mato por imbéciles.